Desde que iniciara su recorrido artístico, hace ya muchos años, su pintura se nos antoja un canto a la naturaleza. En el paisaje encuentra Luz Cano casi todas sus razones y las aprovecha para hacer un discurso lleno de poesía y delicadeza, en donde el espíritu de lo figurado concuerda con la esencia de lo que encarna, por la manera en que lo hace: meditativa y sosegada. Sus árboles, que surgen a veces del vacío, parecen esconder pensamientos inmateriales, como si de símbolos se tratara. En ocasiones unas ramas, en medio del silencio nos recuerdan -por contraste- la necesidad de encontrarlo, en una sociedad inmersa en el ruido. Sin apenas presencia de la figura -porque ésta puede estar representada en cada elemento- y con una paleta caracterizada por su armonía, tan delicada como sutil, nos ofrece temas que nos hacen pensar en el deseo de volver a conectarnos con lo que nos hace sensibles, y en definitiva, con lo que habita en la poesía de su pintura.
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